ESTUDIO GRAFOLÓGICO.
La carta de Zabaleta analizada, estaba
dirigida a Cesáreo Rodríguez-Aguilera Conde, el cual se la entregó a Francisco
d’Ors para su análisis; no estaba fechada, aunque debería ser de 1954 ó 1955. Apuntamos, que Francisco d'Ors Pérez-Peix no conocía a Rafael Zabaleta personalmente, y muy poco sabía de él.
“Antes de hacer ningún comentario sobre esta letra, hay que destacar una
evidente e importantísima perturbación o patología que le afecta. Es indudable
que cuando Zabaleta escribió esta carta, o era muy viejo, o padecía una
dolencia cardiaca o circulatoria, o tenia frío. O acaso, también posible, se
daban juntas varias de estas circunstancias. Este condicionamiento limita en
mucho las posibilidades de análisis, ya que resta significado al grafismo que
debe haberse producido con mucha menor libertad y fuerza de expresión de la
habitual.
Hecha esta advertencia, paso a estudiar lo que más evidente me parece
fuera de duda, remitiéndome en última instancia a la anterior consideración.
Lo primero que destaca en este escrito es la gran sencillez, la extrema
humildad, los abundantes rasgos infantiles, la enorme preocupación económica,
y como inesperado resumen, la gran singularidad, singularidad que destaca
enormemente en un medio ciudadano, que probablemente se apreciaría mucho menos
en un ambiente rural.
En efecto, podría ser la carta de un viejo campesino: su sencillez no
buscada, sino esencial, su falta absoluta de sofisticación, su impermeabilidad
a cualquier influencia de cultura ciudadana y, en una palabra, su simple
rusticidad, rayan en lo pintoresco. Se trata de un hombre íntimamente modesto,
a pesar de estar bien informado –solo su firma lo indica, pero de un modo
inequívoco- de su prestigio.
Hay también en esta letra, y ello es un elemento más de su sencillez, un
gran deseo (no siempre perfectamente conseguido) de claridad. Es un sentido de
llaneza que le permite presentarse sin aditamentos, prueba de confianza sincera
en sus valores y verdades. Y hay también un infantilismo, tan extremado a
veces, que puede confundirse con senilidad (o con el ya mencionado defecto
circulatorio).
Podría decirse que es un carácter antiguo. Con cierto regusto por lo
tradicional y establecido, un mucho de respetuoso y al mismo tiempo una gran
seguridad en su propia sencillez, tal un campesino que, llegado a la ciudad,
siguiera convencido de la inmutabilidad de sus axiomas. Su capacidad para
cualquier tipo de asimilación intelectual es escasísima. Cierta rigidez de
ideas (también esto puede estar falseado por la enfermedad) y su escasa o nula
flexibilidad, le predispone a la irritación y con frecuencia a la pelea. El
grafismo muestra abundantes muestras de un espíritu agresivo y más aun
combativo.
En cuanto a su sentido de la economía, va probablemente ligado a cierta
timidez, así como a ciertos aspectos de su carácter, que lo hacían propenso a
las depresiones. Es también una prueba más de humildad, ya que, al mismo
tiempo, este hombre distaba de ser un avaro, y ni aun siquiera un mediano
administrador, pues su sentido de la naturalidad y la comodidad, un cierto
desdén por las apreturas y una constante impaciencia, debían resultarle
francamente caros. Se da aquí un contraste mucho más frecuente de lo que se
piensa, se trata de un gastador sin lujos (o lo que es lo mismo, un tacaño
pródigo). La carta delata un temperamento impaciente. Un gran tacto, y a la vez
una enorme dificultad para las relaciones humanas, condicionada principalmente
por su falta de flexibilidad, su enorme timidez inicial (que va poco a poco
soltándose hasta llegar a su tal manifestación de naturalidad) y sus abundantes
rasgos de infantilismo.
Y he dejado a intento (sic) para lo último el interesantísimo asunto de la
puntuación, que es, a mi entender, uno de los rasgos más singulares de
esta carta y lo que la hace más personal e interesante. En efecto, los puntos
(y las rayas) son tan abundantes, empleadas sobre las ñ y las íes como signos y
acentos en las T y en los signos de interrogación, tan variados, poderosos y
decorativos, que transforman la carta, que estaba al borde de algo apagado y
senil, en algo lleno de cuidado, atención, detalle y vida. Indican un sentido
de la corrección, del encanto por el detalle, una imaginación, una variedad en
la misma para lo nimio, realmente seductores. Es como si la carta estuviera
atravesada por multitud de pequeñas miradas penetrantes. Como si los avispados
ojos de diminutos e incisivos roedores se hubieran distribuido por ella para
vigilarla y perforarla. Son como pequeñas punzadas, toques, arañazos, diminutos
pero poderosísimos, referencia sobre esa equilibrada, natural, campesina,
sobria y a la vez amenísima personalidad".
Francisco d’Ors
Entre la correspondencia de Rafael Zabaleta con Cesáreo Rodríguez-Aguilera Conde, donada al Museo de Quesada por este, encontramos varias cartas y postales no fechadas. De ellas, la más probable que fundamentase el estudio grafológico de Francisco d'Ors, sería la que presentamos a continuación, debido a la existencia de los signos de puntuación a los que él alude.
Anverso
Reverso
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