martes, 16 de mayo de 2017



ESTUDIO GRAFOLÓGICO.


La carta de Zabaleta analizada, estaba dirigida a Cesáreo Rodríguez-Aguilera Conde, el cual se la entregó a Francisco d’Ors para su análisis; no estaba fechada, aunque debería ser de 1954 ó 1955. Apuntamos, que Francisco d'Ors Pérez-Peix no conocía a Rafael Zabaleta personalmente, y muy poco sabía de él.

“Antes de hacer ningún comentario sobre esta letra, hay que destacar una evidente e importantísima perturbación o patología que le afecta. Es indudable que cuando Zabaleta escribió esta carta, o era muy viejo, o padecía una dolencia cardiaca o circulatoria, o tenia frío. O acaso, también posible, se daban juntas varias de estas circunstancias. Este condicionamiento limita en mucho las posibilidades de análisis, ya que resta significado al grafismo que debe haberse producido con mucha menor libertad y fuerza de expresión de la habitual.

Hecha esta advertencia, paso a estudiar lo que más evidente me parece fuera de duda, remitiéndome en última instancia a la anterior consideración.

Lo primero que destaca en este escrito es la gran sencillez, la extrema humildad, los abundantes rasgos infantiles, la enorme preocupación económica, y como inesperado resumen, la gran singularidad, singularidad que destaca enormemente en un medio ciudadano, que probablemente se apreciaría mucho menos en un ambiente rural.

En efecto, podría ser la carta de un viejo campesino: su sencillez no buscada, sino esencial, su falta absoluta de sofisticación, su impermeabilidad a cualquier influencia de cultura ciudadana y, en una palabra, su simple rusticidad, rayan en lo pintoresco. Se trata de un hombre íntimamente modesto, a pesar de estar bien informado –solo su firma lo indica, pero de un modo inequívoco- de su prestigio. 

Hay también en esta letra, y ello es un elemento más de su sencillez, un gran deseo (no siempre perfectamente conseguido) de claridad. Es un sentido de llaneza que le permite presentarse sin aditamentos, prueba de confianza sincera en sus valores y verdades. Y hay también un infantilismo, tan extremado a veces, que puede confundirse con senilidad (o con el ya mencionado defecto circulatorio).

Podría decirse que es un carácter antiguo. Con cierto regusto por lo tradicional y establecido, un mucho de respetuoso y al mismo tiempo una gran seguridad en su propia sencillez, tal un campesino que, llegado a la ciudad, siguiera convencido de la inmutabilidad de sus axiomas. Su capacidad para cualquier tipo de asimilación intelectual es escasísima. Cierta rigidez de ideas (también esto puede estar falseado por la enfermedad) y su escasa o nula flexibilidad, le predispone a la irritación y con frecuencia a la pelea. El grafismo muestra abundantes muestras de un espíritu agresivo y más aun combativo.

En cuanto a su sentido de la economía, va probablemente ligado a cierta timidez, así como a ciertos aspectos de su carácter, que lo hacían propenso a las depresiones. Es también una prueba más de humildad, ya que, al mismo tiempo, este hombre distaba de ser un avaro, y ni aun siquiera un mediano administrador, pues su sentido de la naturalidad y la comodidad, un cierto desdén por las apreturas y una constante impaciencia, debían resultarle francamente caros. Se da aquí un contraste mucho más frecuente de lo que se piensa, se trata de un gastador sin lujos (o lo que es lo mismo, un tacaño pródigo). La carta delata un temperamento impaciente. Un gran tacto, y a la vez una enorme dificultad para las relaciones humanas, condicionada principalmente por su falta de flexibilidad, su enorme timidez inicial (que va poco a poco soltándose hasta llegar a su tal manifestación de naturalidad) y sus abundantes rasgos de infantilismo.

Y he dejado a intento (sic) para lo último el interesantísimo asunto de la puntuación, que es, a mi entender, uno de los rasgos más singulares de esta carta y lo que la hace más personal e interesante. En efecto, los puntos (y las rayas) son tan abundantes, empleadas sobre las ñ y las íes como signos y acentos en las T y en los signos de interrogación, tan variados, poderosos y decorativos, que transforman la carta, que estaba al borde de algo apagado y senil, en algo lleno de cuidado, atención, detalle y vida. Indican un sentido de la corrección, del encanto por el detalle, una imaginación, una variedad en la misma para lo nimio, realmente seductores. Es como si la carta estuviera atravesada por multitud de pequeñas miradas penetrantes. Como si los avispados ojos de diminutos e incisivos roedores se hubieran distribuido por ella para vigilarla y perforarla. Son como pequeñas punzadas, toques, arañazos, diminutos pero poderosísimos, referencia sobre esa equilibrada, natural, campesina, sobria y a la vez amenísima personalidad".


Francisco d’Ors


Entre la correspondencia de Rafael Zabaleta con Cesáreo Rodríguez-Aguilera Conde, donada al Museo de Quesada por este, encontramos varias cartas y postales no fechadas. De ellas, la más probable que fundamentase el estudio grafológico de Francisco d'Ors, sería la que presentamos a continuación, debido a la existencia de los signos de puntuación a los que él alude.

Anverso
Reverso




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