"SU PINTURA". Cesáreo Rodríguez-Aguilera Conde.
El
contenido histórico de su obra lo extrajo Zabaleta de la circunstancia
particular que le rodeaba; los valores esenciales, de su formación cultural, de
su sensibilidad, de sus espíritu. Como un predestinado, Zabaleta vivió
entregado constantemente a la pintura. Alejado de grupos o movimientos, sin
preocuparse de obtener un éxito personal por medios distintos de la propia
realización de su obra, colocando, incluso, su, en cierto modo, áspero y
rebelde carácter en todas las manifestaciones de su vida – lo que le alejó de
muchas fáciles simpatías y probables apoyos – Zabaleta realizó su obra en el
silencioso rincón de su pueblo, con arreglo al más insobornable nivel de su
conciencia.
"Nocturno del Jardín", 1957 (130 x 97). |
Formación y estilo.- Zabaleta recibió la lección clásica de la
pintura a través de los estudios de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando;
las inquietudes intelectuales de nuestro ambiente cultural, por medio de su
contacto amistoso con las figuras más destacadas de nuestros pensadores,
escritores y artistas; la importante lección de las múltiples tendencias de la
pintura de nuestro tiempo, como consecuencia de su denodado aprendizaje.
Zabaleta puso toda su pasión en la pintura, con lo que , de modo natural, nos
dio a través de ella el perfil auténtico de su carácter.
El
estilo de Zabaleta (estilo parisién, como él decía humorísticamente a una dama
que le preguntaba por el estilo de su obra), fue el estilo único e impar de su
mundo. Llevó a él las asistencias de cuanto vivió, admiro y estudió, a lo largo
de su dedicación plena a la creación artística; pero lo hizo dominando de modo
total aquellas asistencias, sometiéndolas a su propio modo de ser, haciendo de
ellas una nueva savia nutricia de la más acusada personalidad. La obra de
Zabaleta se apoya en la libertad de creación, característica de nuestro tiempo,
aunque todas sus formas y sus signos aparecen sometidos al rigor, que él
considero indispensable, de la composición y de la disciplina mental del mundo de
sus cuadros.
"Pareja de campesinos", 1956 (81 x 100). |
Zabaleta
pudo llevar, en ocasiones, las más audaces abstracciones de la geometría y la
tinta plana a sus cuadros, pero siempre quedaron subordinadas al servicio de
una expresión directa e intangible. Zabaleta pudo dar a sus colores simples la
rutilación de las piedras preciosas, como llego a decir Eugenio d`Ors, pero
estos colores puros estuvieron siempre
al servicio de las vibraciones de un paisaje, un bodegón o una piel humana
abrasada por el sol. Zabaleta pudo lograr en sus cuadros la misteriosa realidad
profunda del subconsciente, pero siempre lo hizo a través de una subordinación
a intenciones racionales y conscientes.
Carácter de su obra.- En la pintura de Zabaleta se advierten dos
aspectos contradictorios que, al sumarse, producen un positivo resultado: lo
popular de una parte y lo culto de otra. Ambos están en su sicología y en su
personalidad. El primero de ellos enlaza de manera directa con el pueblo de
Quesada, donde nació y transcurrió la mayor parte de su vida, con el aspecto rústico
y, en cierto modo, medieval de aquella sociedad. “Váyase a Quesada”, la
aconsejó a Picassó en la entrevista que con él tuvo en París en 1949, al
apuntarle Zabaleta su deseo de trasladarse a París. “Váyase a Quesada, le dijo
el maestro cariñosamente y con firmeza, porque aquí estamos todos un poco
locos”. El consejo era el resultado de una penetración rápida en el hombre y en
la obra zabaletina. Los valores esenciales de aquella obra tenían raíces muy
concretas. El hombre, por otra parte, reflejaba también, claramente, su
grandeza y sus limitaciones.
En
sus expresiones, en sus gestos, en su mirada inquieta y penetrante, se
advertían los valores de un mundo sugestivo y rico, pero reflejaban también la
tensión y la debilidad de una inadaptación a cualquier circunstancia exterior
que no fuera la sencilla y profundamente arraigada de su pueblo. Zabaleta era
un pueblerino en el sentido más puro de la expresión, sin que en ello deba
verse el menor atisbo peyorativo. Zabaleta en Quesada, vivía con plenitud y
relajamiento, en la mas absoluta naturalidad. Fuera de Quesada, sobre todo en
las grandes ciudades, Zabaleta se encontraba extraño, desarraigado, en tensión.
La atracción de Zabaleta por las grandes ciudades, especialmente Madrid,
Barcelona y París, en consecuencia de su acendrado pueblerínismo.Las
experiencias que recibía en la gran
ciudad eran valiosísimas para la
formación de su espíritu y para la creación de su obra; pero resultaba necesario el sosiego, la calma, los aires y
hasta las figuras familiares de los amigos de Quesada, para que su obra pudiera
producirse en el ambiente íntimo de sus estudios (uno de verano y otro de
invierno), donde mujeres oscuras y silenciosas le cuidaban maternalmente.
El
otro aspecto de su personalidad está en su constante formación cultural.
Llegado a la pintura en una época de
intensa culturalización de esta actividad artística, Zabaleta se interesó
vivamente por el desarrollo de las mas recientes tendencias del arte de nuestro
tiempo. De modo muy particular se sintió atraido (estudiando muy
concienzudamente sus formulaciones literarias e, incluso, cientificas), por el
cubismo y el surrealismo.
"Calle de Quesada (La terraza)", 1953 (61 x 50). |
En
el mundo de las ideas, Zabaleta parece como desligado, como espectador absorto;
pero también en el pueblo hay un cierto despegue, consecuencia de su
particularísimo mundo interior, que tanto le alejaba (pese a la proximidad en otros aspectos), de
aquellos hombres de Casino en los que, con notables excepciones, se daba con
frecuencia el tipo singular tan maravillosamente descrito por Antonio Machado.
“Este
hombre tiene mustia la tez, el pelo cano, ojos velados de melancolía; bajo el
bigote gris, labios de hastío, y una triste expresión, que no es tristeza, sino
algo más y menos: el vacío del mundo en la oquedad de su cabeza. Tres veces
heredó tres ha perdido al monte su caudal. Sólo se anima ante al azar prohibido, sobre el verde tapete
reclinado, o si alguien cuenta la hazaña de un gallardo bandolero o la proeza
de un matón, sangrienta. Bosteza de política banales dicterios. Un poco
labrador del cielo aguarda y al cielo teme; alguna vez suspira pensando en su
olivar, y al cielo mira con ojo inquieto, si la lluvia tarda. Lo demás, le
aburre; solo el humo del tabaco simula algunas sombras en su frente”.
"Campesino comiendo", 1950 (81 x 65). |
Realismo expresionista.- Esta circunstancia, unida a su concepto de la
expresión artística, determina que la obra de Zabaleta pueda incluirse dentro
de la línea de lo que llamamos el realismo expresionista español. Realismo que
en nuestro tiempo arranca de Goya, sigue a través de Nonell y Solana, y se
continúa en Zabaleta, como figuras cumbres, sin perjuicio de algún otro nombre
significativo. La actitud denota cierto paralelismo sicológico entre quienes la
reflejan. De Goya se dice que fue un pintor torpe pero que su torpeza no era,
naturalmente, signo del inepto sino del genio. Parece ser que por esta torpeza
fue rechazado en dos concursos para el ingreso en la Academia de Bellas Artes
de San Fernando, de Madrid. En Zabaleta se dan parejas circunstancias
sicológicas. Pintor nato, de vocación profunda y realizaciones constantes
incluso desde su infancia, su obra no se ofreció nunca como rápida y fácil,
sino como ruda, tosca y, a veces, torpe. Pero también aquí la torpeza era signo
de genialidad. Esta tosquedad de labriego, esta rudeza de hombre de Quesada, le
sirvió para acentuar los caracteres y los rasgos, para poner los signos de sus
formas deformes al servicio de la expresión humana y profunda, que fue el norte
esencial de su pintura.
"Bodegón", 1935 (67 x 52'5). |
Zabaleta y Cezanne. – De la circunstancia vivida por Zabaleta surge
una obra a la que se le han asignado múltiples antecedentes – Cezannne, Solana,
Picasso - , válidos en cierto modo pero que no deben inducir a confusión,
porque se trata de una obra en la que si
se reciben y sintetizan múltiples experiencias del arte de nuestro
tiempo, lo más acusado de élla son sus caracteres propios. Cuando después de su
primera exposición, Zabaleta lleva a Eugenio d`Ors un ejemplar de la obra de
éste sobre Cezanne para que se la dedique, Eugenio d´Ors sin vacilar, estampa
la siguiente dedicatoria: “A Rafael Zabaleta, Cezanne de España”.
Posteriormente Eugenio d´Ors va a
insistir en el paralelismo. Pero no se trata de una semejanza elemental. De
igual modo cuando Eugenio d’Ors dice que en Picasso se encuetra en potencia un
nuevo Rafael, al comparar a Zabaleta con Cezanne, no pretendería asignarles un
significado histórico semejante, ni una aproximación general de la obra de
ambos, sino señalar un paralelismo de actitudes y caracterisiticas. En cierto
modo, una continuación de la antorcha encendida de la pintura moderna, que
cronológicamente puede enlazarse con la muerte de Cezanne, en 1906, y el
naciminento de Zabaleta, al año siguiente.
"Titiriteros", 1934 (97 x 100). |
Zabaleta y Picasso. – La más singular de las comparaciones que
Eugenio d´Ors hizo de la obra de Zabaleta es la que, de manera implícita, cabe
deducir de los juicios a su obra en entusiasmo ascendente, y de los formulados
en torno a la obra de Picasso, que van del máximo fervor a la decepción más
desolada. No comparto la crítica de Eugenio d´Ors sobre Picasso. En mi libro
“Picasso 85” analizo al hombre y la obra desde una opinión entusiasta. Pero
considero muy significativo el estudio del pensamiento orsoriano, al
trasladarlo de Picasso a Zabaleta. Porque asi como la trayectoria crítica de
Eugenio d´Ors sobre Picasso resulta dramática, la seguida en torno a la obra de
Zabaleta es un camino de euforia y de optimismo.
En
Zabaleta encuentra Eugenio d´Ors todo lo que había pedido a Picasso y Picasso
no le había dado. El entusiasmo de Eugenio d`Ors por la pintura de Zabaleta es
único por su persistencia y por su intenisidad; de tal manera que sus
pensamientos en torno a Zabaleta pueden ser considerados como la clave de lo
que para él debería ser la pintura de su tiempo. No olvidemos que, según d`Ors,
la suma de valores en la obra de arte no podía lograrse por caminos
pluriformes, sino a través de un camino único, de acuerdo con una ideología
determinada. El caso de Zabaleta, uno de los aspectos más singulares, en
relación con esta identidad entre crítico y pintor, es la circunstancia de que al llevar el pintor su obra hasta lo
que para el critíco constituia una maxima expresión, no había recibido aún la
lección personal del critico. El entusiasmo de Eugenio d`Ors ante la pintura de
Zabaleta es el reflejo de la plenitud con que en ella se dan los principios
considerados por él como la clave de toda obra de arte. La aplicación de
aquellas ideas a esta realidad les da una precisión muy superior a que suponen
por sí solas, ya que el autor de los principios, el propio legislador, es quien
determina su concreta aplicación práctica. Se podrán aceptar aquellos
principios o rechazarlos. Pero si se aceptan, o si se estiman como normas de valor, habrá de reconocerse que nos
encontramos ante una interpretación
autentica de los mismos, en su aplicación al caso de Zabaleta. Para
Eugenio d`Ors la pintura de Zabaleta se ajustaba a ciertos cánones, seguía
métodos próximos al concebido por él como ideal. No obstante, creo que la
cuestión no radica ahí. En todo caso, hubiera sido un “hablar en prosa sin
saberlo”, porque lo que Zabalata hacía era volcar en la pintura su pasión
ardiente, su vitalidad, su sabiduría y su inocencia.
"Interior campestre", 1944 (100 x 81). |
En
la actitud de Eugenio d`Ors sobre Zabaleta hay una hipérbole necesaria. En un
clima poco propicio a la revelación y al adecuado señalamiento de los valores
estéticos, la voz alta, el grito incluso – la hipérbole es una forma de gritar
– resulta obligada para dejar las cosas en su sitio. Ahora ya no lo es, proque
el lugar que a Zabaleta corresponde lo ocupa, o esta en camino de alcanzarlo,
en la proporción adecuada. La labor de proselitismo ha de convertirse ahora en
una labor de análisis. La obra de Zabaleta ha de ser estudiada con la serenidad
y con la objetividad que corresponde a un producto destacado, cerrado ya, de la
cultura de nuestro tiempo.
"Volatineros", 1914 (100 x 81). |
Zabaleta y Solana. – De todos los pintores conocidos por
Zabaleta personalmente, con quien más
identificado se sentía era con Solana, sin perjuicio de su profunda admiración
hacía Picasso. En el carácter sobrio y austero de Solana, en su pintura recia y
cerrada, incluso en sus textos literarios eminentemente populares, Zabaleta se
encontró hondamente reflejado. La pintura de ambos ha sido considerada como la
representación del austero y bronco expresionismo castellano. Sin embargo,
Solana, aunque nace en Madrid, es de padres santanderinos; y Zabaleta, nació en
Quesada, es de familia paterna vasca. Y se da un hecho singular y curioso respecto
a la apreciación de su obra. El verdadero e inicial triunfo de ambos pintores
tuvo lugar en Barcelona. En 1929 obtiene Solana la medalla de oro de la
Exposición internacional. En Madrid sólo pudo conseguir una distinción
semejante a titulo postumo, en 1945. Rafael Zabaleta, después de su primera
exposión en Madrid, en 1942, acogida por la crítica con reticencias y reservas,
salvo escasas excepciones, obtiene un claro y resonante triunfo en Barcelona,
en su primera exposición celebrada en 1947.
Cabe
señalar en Solana un camino, en cierto modo, uniforme, y dentro de él una
penetración y una agudización excepcionales en los caracteres reflejados. En
Zabaleta puede advertirse una mayor diversidad temática y de actitudes. El
expresionismo de Solana es básicamente escultórico: el de Zabaleta
fundamentalmente arquitectónico. La esencia de las formas solanescas se refleja
en la rotundidad de su piel externa; las de las formas zabaletianas en la
estructura, muchas veces esquemática, de sus contrucciones. Ni en Solana ni en
Zabaleta las distorsiones del
expresionismo llegan a la deformación de otros pintores seguidores de esta
tendencia, especialmente Picasso. Hay tanto en Solana como en Zabaleta, una
contención formal, en cierto modo neoclásica, que les impide ir más allá de
ciertos límites en la agudización de las formas. En ambos, los volúmenes quedan
cerrados y prietos, la construcción del cuadro acabada y total. Es como si
deliberadamente se hubiesen impuesto ciertas límitaciones, o como si estas limitaciones les resultaran
inevitables. En este sentido, la afirmación de Camón Aznar, de que en sus
límitacines encuentra Solana su grandeza, puede aplicarse también a
Zabaleta.
"Arlequín y Pierrot", 1947 (81 x 81). |
Periodo formativo. – Cabe referirse a la pintura infantil a
Zabaleta, ya que desde niño pintó constantemente. De igual modo cabe hacerlo
respecto a las obras propias de su aprendizaje en los primeros años de la
Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Pero en esta obra, de la que quedan
muy escasos ejemplos, apenas si se revelan caracteristicas especiales. Es
precisamente a partir de los últimos años de estudio en la Escuala de Bellas
Artes de San Fernando, desde 1930 a 1936, cuando puede hablarse de un perido
formativo original en la obra de Zabaleta. Por entonces Zabaleta ha descubierto
la esencia de la pintura moderna y utiliza ampliamente su libertad de
expresión.Se entrega de lleno a imitar el arte que trata de estudiar y
desentrañar. Su obra tiene una gran diversidad de manifestaciones, aunque en
ellla se adviertan las disciplinas, el método, y el rigor en él
caracteristicos. Las pocas obras que quedan de aquel periodo son muy
importantes para el estudio de su personalidad. Obras surrealistas, en las que
Zabaleta trata de reflejar los recuerdos de su infancia, a través de las formas
que tanto le inquietaban, desde las reproducciones de la revolución surrealista. Aunque archivada ya la actividad
más febril de la experiencia cubista, Zabaleta ensaya también reiteradamente
los perfiles geométicos del cubismo sintético, tras las formas reflejadas por
sus maestros predilectos. La áspera violencia expresionista, por último tenía
sus apoyos en manifestaciones más próximas por él conocidas. Junto a tales
actividades, Zabaleta realiza excursiones por los campos de la sierra de
Cazorla y copia del natural, con la técnica adquirida tras un largo
aprendizaje. Se trata de un periodo claramente formativo en el que lo
característico es la pasión y el entusiasmo con que se traslada de un arlequín
picassiano a un bodegón solanesco, de una composición cubista, a lo Juan Gris,
pasada por el agua de Quesada, a un hormbre en la ventana partido por la mitada
en recuerdo del primer poema surrealista.
"Campesinos", 1947 (81 x 100). |
Expresionismo sombrío.
– A
partir de 1940, tras el dramático período de la guerra, comienza en la obra de
Zabaleta una etapa nueva. Vuelve de
nuevo a su mundo, a su paisaje de Quesada y sus hombres. Pero este mundo
atraviesa por entonces una circunstancia especialmente díficil. La obra de
Zabaleta adopta tonos sombríos, figuras herméticas, gestos hoscos. La diversidad
se manifiesta también en este perido, aunque en escala menor. Se acusa apartir
de entonces una atracción especial
hacia la tierra con sus labriegos y sus
hombres. Va a ser esta la constante esencial de su obra posterior, sin
perjuicio de que, con frecuencia y con más o menos acierto, escape a otros
lugares o se remita a paisajes o visiones del mundo de los sueños de su
infancia, de la vida de la ciudad. Dentro de aquella constante de la obra
zabaletina, este periodo del expresionismo sombrío, que llega hasta 1950, se
caracteriza por la aspereza y fuerza contenida de las formas, por los tonos
moderados, fríos, de sus colores. Se trata de una obra recia y fuerte, sin
audacias en el color ni en las deformaciones. Formas volumétricas bien
cuidadas, tonos moderados, disposión equilibrada. En la elaboración de sus
cuadros, Zabaleta sigue un orden lógico igual: dibujo-boceto de pequeño tamaño,
como concepción de la obra, en primer lugar; seguidamente, traslado del boceto
al lienzo, como gestación de la misma; por último, aportación del color y el
volumen como nacimiento definitivo. El lienzo queda cubierto con minuciosidad y
detalle. Cada obra es un mundo cerrado y completo en el que no hay porciones
segundarias.
"Pintoras y modelo", 1955 (81 x 100). |
Expresionismo
rutilante.- La última etapa de la obra de Zabaleta, que
comprende la década de los años cincuenta, tiene como más importante la
estancia en París, durante dos meses, en el año 1949. Llega esta feliz ocasión
de nuevos conocimientos, de nuevas meditaciones, en un momento oportuno. En la
obra de Zabaleta ha comenzado a acentuarse la intensidad del color y la
simplificación de la forma. En París contempla con calma la obra de los museos
y la de varios estudios de nuevos amigos. Tiene la dicha de examinar, junto al
autor, gran número de obras de Picasso. Su espíritu crítico refrena muchos
entusiasmos. De todo aquello extrae importantes consecuencias. A partir de
entonces, las formas de su pintura van a adquirir una mayor simplificación formal;
los colores cobrarán un vigor más puro y más esencial; los temas ascenderán en
un sentido simbólico. Un conocimiento más profundo de las nuevas técnicas
artísticas le llevará, de otra parte, a realizar un peculiar sincretismo de
los elementos esenciales de la pintura moderna. El análisis de la obra ajena lo realiza ahora Zabaleta
desde un mundo propio y desde unas posiciones plásticas plenamente maduradas.
"Formas y tierras de secano",1952 (81 x 100). |
Coincide este período último de la obra de Zabaleta, con
una etapa relativamente polémica en el arte español, entre la pintura
figurativa (con referencia a la figuración moderna) y la pintura abstracta e
informalista. Los éxitos de ésta en el campo internacional, la aparición de
figuras de gran valía, hacen que la atención del mundo cultural español, por
reflejo del internacional y por las circunstancias expuestas, se inclinen hacia
el fenómeno más nuevo y más enigmático de la abstracción informalista. Zabaleta
siente ciertas tentaciones, pero se queda en la exaltación de los arabescos de
su pintura, en la creación de ciertas formas rítmicas con muy esquemática
figuración. En el deseo de escapar a las formas con las que su pintura alcanza
su perfil universalista, traslada, a veces, al lienzo algún recuerdo de
bañistas santanderinas en bikini o esquematiza con exceso algún bodegón sin
referencia concreta. Le parece que así deja de ser un pintor rústico para ser
un pintor de ciudad. Es como una veleidad de la que, por lo común, no sale bien
parado. Pero la vitalidad, la entrega y la penetración siguen en sus temas
quesadeños, transfigurados ya plenamente. La obra fundamental de esta última
etapa, tan acertadamente, calificada de pintura rutilante, es la que insiste en
sus temas de los campesinos, de las montañas de la sierra de Cazorla, de los
animales salvajes o domésticos. Aunque en su abstracción mental, cada vez más
acentuada, convierta aquella viva referencia en un simple apoyo para alcanzar expresiones
de excepcional valor y precisión.
"El carro", 1958 (100 x 81). |
Zabaleta
tuvo conciencia de que muchas de las obras por él realizadas, en distintos
períodos, no eran más que ensayos o ejercicios que tenía que destruir. A
diferencia de Picasso, que estima su obra como un río en el que tanto valen las
gotas más puras y cristalinas como las impurezas más deleznables, Zabaleta
entendió que su obra debía quedar limitada a las realizaciones en las que había
llegado, en su riguroso entender, a la plenitud de calidad, autenticidad y
significación. Todo lo que pudiera constituir ensayo, ejercicio o frustración,
debía desaparecer. Tan discutible proyecto suyo no pudo ser llevado a cabo por
su muerte repentina. El conjunto de la obra de Zabaleta que nos queda
(aproximadamente quinientos óleos, y una cantidad análoga de dibujos, además de
algunas acuarelas, cuatro collages, y unos textos literarios), ha llegado a
nosotros sin el rigor selectivo que su autor se proponía. Lo que para él eran
ensayos que no merecían conservarse, constituyen hoy, para nosotros, medios de
conocerle mejor y apreciar más adecuadamente la trascendencia del núcleo
esencial de su obra, reveladora de una de las más acusadas personalidades del
arte español de nuestro tiempo.
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