“El ZAGAL de la LIEBRE”, 1950
Los íberos cazaban liebres con perro hace 2.500 años en nuestras tierras, las llamaban “Kyniklós” y eran perseguidas porque devoraban las cosechas de las tierras bajas. Así lo confirma la excepcional escultura “Joven cazando con perro” procedente del monumento funerario del Cerrillo Blanco en Porcuna (Jaén), fechado en la primera mitad del siglo V a. de C. Un altorrelieve que representa a un adolescente con túnica corta y cinturón, que sostiene una liebre en su mano derecha mientras que con la izquierda acaricia a un mastín; el joven descalzo, con su pie izquierdo adelantado imprime movimiento al conjunto.
El día 1 de diciembre de 1950, desde Quesada, escribe Zabaleta a su amigo Cesáreo Rodríguez-Aguilera:“He pintado ya dos cosas, un desnudo y un Zagal con una liebre y un perro del que estoy muy contento, y presidirá mi próxima exposición de Madrid. El local del Museo consta de tres salas, en la primera pondré la última serie de dibujos que hice en París (12 dibujos), en la segunda los “Sueños en Quesada” (22 dibujos) y en la grande 27 óleos muy seleccionados que ofrecerán un brillante conjunto. Ya te daré noticias de todo esto”.
La exposición a la que hace referencia el pintor, es la que realizó en la principal institución museística española de la época, el Museo Nacional de Arte Moderno de Madrid (febrero-marzo de 1951). Esta supuso un hito en la trayectoria de Zabaleta, un espaldarazo y respaldo a su proyección artística y social. La exposición fue un empeño personal del poeta sevillano y su director Eduardo Llosent Marañón, amigo de Eugenio d’ Ors y colaborador en la elección de los pintores para los “Salones de los Once”, lugar donde conocería a Rafael Zabaleta. Recordemos que fue el pintor que en más ocasiones participo en los Salones y las Antológicas de la Academia Breve de Crítica de Arte, donde le llegará el éxito y reconocimiento por parte del mundo del arte y la crítica, tanto nacional como internacional.
Esta excepcional exposición, por la cantidad y calidad de las obras presentadas, fue acompañada de dos memorables conferencias de los poetas Gerardo Diego y Luis Felipe Vivanco. En ella el pintor presenta 27 óleos, entre los que destaca “El zagal de la liebre” (nº 60).
El óleo seguirá su itinerario expositivo en la Galería Syra de Barcelona, en 1952 (febrero-marzo) junto a otros 17 óleos (nº 16). Y posteriormente se presentará en la exposición del Museo del Parque de Bilbao de 1955 (noviembre-diciembre) con 25 óleos más (nº 20), siendo presentado Zabaleta en el catálogo por el crítico de arte Fernando Milicua. Este óleo fue adquirido e incorporado a la colección del Museo de Bilbao por 20.000 pts.
Óleo “El zagal de la liebre”
“El Zagal y la liebre” un esplendido óleo de 1950, que presenta a un niño campesino sentado sobre una piedra, tocado con un sombrero de paja, sujetando con ambas manos las patas de una liebre, aún viva. Tras él, un perro mastín se perfila en las lomas de olivos del horizonte, coronadas por un celaje plagado de densas nubes blancas. El niño ausente, en contraste con un perro tenso y vigilante. Las figuras hieráticas, totémicas, símbolo icónico de nuestra cultura popular.
La fuerza plástica del personaje y el perro se imponen de forma contundente sobre el paisaje. La frontalidad del niño queda equilibrada con el perfil del perro y la diagonal de la liebre, que le imprime un cierto movimiento. Una delicada escena donde las figuras quedan detenidas en el tiempo.
La estructura arquitectónica del motivo, se basa en un dibujo contundente, muy definido y en algunas trazos “deformes”, en aras de la fuerte expresividad del motivo.
La explosiva armonía cromática del óleo, fauvismo en estado puro, se funde con la contundencia expresionista de la obra. Como es habitual en Zabaleta, basa su paleta de color en contraponer los complementarios: los violetas de la camisa, con los vibrantes amarillos, y los fuertes azules del perro, con los anaranjados y tonos rojizos del resto del cuadro.
Este lienzo de Zabaleta y el conjunto de óleos de la exposición en el MNAM, fue el fruto de una “profunda crisis” muy positiva para su trayectoria pictórica. Desde el retorno de su viaje a París en 1949 (29 de abril al 13 de junio), donde conocería a Picasso, no ha presentado su obra en España hasta esta exposición de 1951, incluso, no participó en “Salón de los Once” de la Academia Breve de Crítica de Arte del año 1950; un año y dos meses desde su anterior presencia en Barcelona en las galerías Layetanas, si exceptuamos su participación con dos óleos, de finales de los cuarenta, en la XXV Bienal Internacional de Arte de Venecia.
Zabaleta en 1951, ha evolucionado hacia una mayor simplificación en las formas y ha obrado un cambio sustancial en la intensidad del color. Su paleta brilla, despide reflejos con colores puros y planos, rutila. Aunque insiste en la temática de su obra: campesinos, paisajes, segadores, animales, montañas, … y su pueblo de Quesada, estos ascienden en su sentido simbólico. Ha llegado a la plenitud en su carrera artística, ha madurado, domina plenamente la técnica y ha elaborado un lenguaje propio, de gran síntesis y fuerza expresiva.
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